sábado, 3 de noviembre de 2012

Historia de la Tertulia Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos. 1 y 2.




Historia de la
Tertulia Literaria Hispanoamericana
Rafael Montesinos




   Este curso 2012-2013 se conmemoran los 60 años del nacimiento de la Tertulia Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos y que mejor manera de celebrarlo que, a través de este blog, poner a disposición de los poetas y de todos los estudiosos de las letras hispánicas su dilatada historia.
   A lo largo de numerosas entradas, iremos contando la historia de la Tertulia, considerada por muchos como la tertulia poética y literaria más antigua de España y del mundo, con programación continuada y sin interrupción desde hace 60 años.
   Los textos, imágenes y diversos documentos que irán apareciendo son una edición corregida y aumentada del libro 55 años de la Tertulia Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos, publicado el 2007.
   Tanto los textos como los diversos documentos e imágenes pertenecen a la familia del poeta Rafael Montesinos; es decir, son propiedad del Archivo de Rafael Montesinos.


















1.     Origen y nacimiento de la
Tertulia Literaria Hispanoamericana


   En 1952 los españoles de entonces tenían fundadas esperanzas de que pronto finalizaría el aislamiento internacional. En 1953, se firma el acuerdo bilateral  con los EE. UU o Pacto de Madrid, y el Gobierno patrio de entonces lo agradece haciendo cesión de cuatro bases militares en el territorio nacional. El mismo año, también se firma el Concordato con La Santa Sede. Por fin, estábamos a bien con Dios y con el César del dólar.
     Comenzó a entrar en España dinero nuevo -sin el mal olor de la manoseada, de la sudada moneda de posguerra- y gente extranjera, como turistas y residentes de cierto poder adquisitivo. 
   Sin embargo, años antes España se encontraba pobre y aislada. En febrero 1946, la Asamblea General de las Naciones Unidas condena “al régimen fascista de España” y resuelve romper con éste las relaciones diplomáticas. Francia nos cierra su frontera y comienzan a clausurarse en España las sedes diplomáticas de los países más influyentes.
   El Consejo de la Hispanidad, creado en noviembre de 1940, no había logrado el objetivo de entablar relaciones políticas y económicas con Iberoamérica, debido en parte a su política partidaria del Eje en la Segunda Guerra Mundial y a la entrada en el conflicto de los EE. UU. Hacia 1942, la política oficial del Gobierno español oscilaba entre la neutralidad y la cooperación con los aliados.
   En 1945, con la derrota de las potencias del Eje, cualquier orientación falangista estaba bien para la propaganda y los fastos internos, pero estorbaba en las relaciones internacionales. Se reorganizó, por tanto, el Ministerio de Asuntos Exteriores por ley del 31 de diciembre de 1945. Entre otras disposiciones, se incluyó convertir el Consejo de la Hispanidad -nombre gastado y que olía a fascismo, nacionasocialismo- en el Instituto de Cultura Hispánica. Lo de “Cultura” le restaba carácter imperialista al asunto. Se habla de estrechar lazos, de acercar culturas, de nuestra amada América,  incluso la palabra “diálogo” se decía y escribía con cierta naturalidad. Había llegado el momento del poder para los civilizados católicos.
  En el Congreso de Pax Romana de septiembre de 1939, celebrado en Washington, Joaquín Ruiz-Giménez (1)  fue elegido Presidente Internacional de la organización. Entre junio y julio de 1946, se celebrará en Salamanca y El Escorial  el  XIX Congreso Mundial de Pax Romana, organización católica de estudiantes universitarios. El Congreso resultó un éxito para el Régimen y para las opciones políticas de Ruiz-Giménez. Asistieron a esta “magna reunión de universitarios católicos” casi trescientos congresistas extranjeros, procedentes de todos los países católicos, con la excepción de Francia. Los congresistas más numerosos, ciento veintinueve, procedían de las repúblicas hispanoamericanas. Allí se estaba conseguido uno de los objetivos prioritarios: afianzar las relaciones económico-culturales con algunos países de Hispanoamérica.
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(1)   Joaquín Ruiz-Giménez fue, entre 1946 y 1948, el primer director del Instituto de Cultura Hispánica y, entre 1948 y 1951, Embajador ante la Santa Sede, en donde negoció el Concordato. En 1951, fue nombrado Ministro de Educación Nacional, cargo desde el que inició la reforma de las instituciones docentes. Sin embargo, las protestas estudiantiles de febrero de 1956 le enfrentaron con los sectores políticos más inmovilistas, que consideraban su espíritu reformista serio peligro para el devenir de la Patria. Inmediatamente, es destituido. Desde ese momento, Ruiz-Giménez irá aproximando sus planteamientos políticos a los de la oposición al Régimen.
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   En este ambiente, los organizadores españoles y los congresistas nicaragüenses Pablo Antonio Cuadra y Julio Ycaza Tiberino firman, el 4 de julio de 1946, el acta de fundación del Instituto Cultural Iberoamericano. Julio Ycaza se encargaría de la coordinación de la sede central con la rama española, denominada Asociación Cultural Iberoamericana. A los pocos meses, el proyecto será asumido por el Estado español, que crea, por Ley de Gobierno, el Instituto de Cultura Hispánica (ICH), corporación de interés público con personalidad jurídica propia, cuyo objetivo fundamental era fomentar las relaciones entre España y los países hispanoamericanos, aunque conviene recordar que, a finales del 45, ya se había dispuesto la creación del ICH. (2)
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(2)  Para “empaparse” del ambiente de la posguerra española, resulta interesante el libro de Rafael Abella: La vida cotidiana en España bajo el Régimen de Franco ( Barcelona, Argos Vergara, 1985). Para comprender el nacimiento y desarrollo del Instituto de Cultura Hispánica conviene consultar el trabajo de investigación de María A. Escudero: El Instituto de Cultura Hispánica  (Madrid, Editorial Mafre, 1994). Sin embargo, María A. Escudero emplea un tanto indiscriminadamente los términos Latinoamérica y América Latina que, aunque son políticamente correctos y muy actuales, no parecen apropiados desde una perspectiva histórica y cultural, supuestamente objetiva.
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   La Asociación Cultural Iberoamericana, la ACI,  se incorporó al nuevo Instituto, el cual subvencionaría gran parte de sus actividades culturales y artísticas. Y en el seno de la ACI de Madrid, nació a finales de 1953 la Tertulia Literaria Hispanoamericana.
   Finalizando 1946, la Asamblea de las Naciones Unidas había recomendado a sus países integrantes que retiraran a los embajadores y ministros plenipotenciarios de Madrid, recomendación que siguieron entonces la mayoría de las naciones que integraban la O. N. U.
   Sin embargo, a principios de los 50, con la llegada de la ayuda financiera americana, España empezó a salir del aislamiento y, en cierta manera, del hambre. Conviene no olvidar como en los colegios se repartían queso y leche en polvo con el emblema de la ayuda: dos manos que se estrechaba sobre el fondo de la bandera de EE. UU. El gremio de los lecheros españoles emitió una queja que llegaría hasta el Consejo de Ministros. Hasta mayo de 1952, estuvo vigente la cartilla de racionamiento y, en consecuencia, el gran negocio del estraperlo. Y si en 1950 tuvimos poco más de medio millón de visitantes extranjeros, en 1953 se alcanzaron 1.700.000 presencias foráneas.    
    Con esto de las hispánicas relaciones internacionales, empiezan a residir en Madrid pintores, escritores y poetas del Nuevo Mundo. No debe olvidarse que entre octubre de 1951 y febrero de 1952 se celebra en Madrid la I Bienal Hispanoamericana de Arte, cuyo Secretario  Perpetuo  era el poeta Leopoldo Panero. Esta hispánica americanización trae a la cultura española  nuevas ideas, nuevas imágenes,  nuevos y viejos versos.
   Una variopinta colonia universitaria americana -y española- comenzó a congregarse en el Colegio Mayor Hispanoamericano “Nuestra Señora de Guadalupe”, afincado, entre 1947 y 1954, en la calle de Donoso Cortés 65. Dicha colonia solía congregarse también en la Asociación Cultural Iberoamericana de Madrid, situada en la calle de Marqués de Riscal 3, tercer piso. La ACI desarrollaba actividades culturales, como exposiciones de pintura, conferencias enjundiosas sobre aspectos diversos de la Hispanidad, mesas redondas sobre los problemas del universitario católico, lecturas literarias o teatro leído, más que representado. Además, La ACI tenía un excelente bar.
   Pero el viejo y descuidado caserón de Marqués de Riscal hacía ya tiempo que no acogía la sede del Instituto de Cultura Hispánica, trasladada hacía unos años a la Ciudad Universitaria. Dato que se le despistó al poeta Rafael Montesinos, que había quedado con un amigo, Rafael de la Vega,  en tan alto organismo.
    La tarde de aquel domingo 9 de noviembre de 1952 era “fría y desapacible”, según cuenta Rafael en un texto de 1977 (3).
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(3)  Rafael Montesinos: Veinticinco años de la Tertulia Literaria Hispanoamericana. Texto de la disertación pronunciada en Asunción (Paraguay) el 11 de agosto de 1977, con motivo de la fundación de la Tertulia en esta ciudad.  (Archivo de Rafael Montesinos  /  Tertulia).
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Rafael Montesinos en la Tertulia 
Enero, 1953.
Foto Basabe.









   De pronto, al abrir una puerta, Rafael Montesinos se encontró inmerso en un proyecto literario del que no tenía ni idea. Allí estaba, tonante y castrense,  Antonio Fernández Spencer (4), presidente de aquello que estaba naciendo: “Poeta Montesinos, acabamos de fundar la Tertulia Literaria Hispanoamericana (se notaba que ya las pronunciaba con su altas mayúsculas iniciales) y quiero que usted colabore con nosotros. Los nombramientos están hechos. Le ofrezco el de asesor.” (5)
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(4) Antonio Fernández Spencer. Presidente de la Tertulia. Poeta dominicano. Vino a España a desarrollar estudios de Literatura y Poética. Becario del Instituto de Cultura Hispánica. Colegial del “Guadalupe”. Se le concede el Premio “Adonais” 1952 por Bajo la luz del día, siendo el primer hispanoamericano en obtenerlo. Se fue de España en el verano de 1953. Cuando regresó en 1980, la Tertulia le rindió el homenaje de rigor.
(5) Rafael Montesinos: Veinticinco años de la Tertulia Literaria Hispanoamericana, cit.  en nota (3)
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Antonio Fernández Spencer  y Rafael Montesinos.
Mayo, 1953.
Foto: Basabe.







   Para dar fe de lo dicho por Spencer, se extendieron unos títulos otorgados por La Asociación Cultural Iberoamericana y la Tertulia, en los que, con tipografía y caligrafía modernistas, se certificaba: “En uso de las facultades que nos están concedidas por esta Asociación, y en atención a los méritos literarios que en él concurren, venimos en nombrar a D… de nacionalidad … contertulio de número.” Qué cosa más literaria los títulos literarios, sobre todo si tienen el carácter fundacional de aquellos colonizadores poéticos, en su nave de la Tertulia Literaria Hispanoamericana: Antonio Fernández Spencer, Ángel Valbuena Briones, José Manuel Caballero Bonald, Ernesto Mejía Sánchez y Rafael Montesinos. (6)
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(6) Ángel Valbuena Briones. Secretario de la Tertulia. Incipiente historiador y crítico literario español. En 1950 licenciado en Filosofía; estudios de Doctorado. Colegial del “Guadalupe”. Preparaba la tesis sobre “la poesía portorriqueña”. Posteriormente, realizó estudios sobre Calderón, el teatro español del Siglo de Oro y la literatura hispanoamericana. Intervino únicamente en el primer curso.
   José Manuel Caballero Bonald. Asesor de la Tertulia. Poeta y narrador español de Jerez de la Frontera. Entre 1951 y 1952, trabajó como “encargado de las relaciones personales con los expositores”  (y otros menesteres) en la I Bienal Hispanoamericana de Arte. Frecuentó el comedor del “Guadalupe”. Dejó memoria, en Tiempo de guerras perdidas (1995),  sobre el ambiente de la ACI durante los primeros cursos de la Tertulia, en los que intervino. Volvió a intervenir en la Tertulia, con cierta asiduidad, a partir de 1981. Es el único de los fundadores que permanece con vida.
   Ernesto Mejía Sánchez Editor de la Tertulia. Poeta, ensayista y crítico literario nicaragüense. Residió en España entre 1951 a 1954, siendo becario del Instituto de Cultura Hispánica. También habitante del “Guadalupe”. Fue el responsable, sin saberlo, de elegir la cicuta como ilustración de cubierta de la revista La Tertulia. Curioso despiste, como el de Montesinos. La cicuta es el símbolo de la Tertulia.  Estudioso de la obra de Rubén Darío, entre otros poetas americanos. Creador de un curioso género, “el prosema”, constituido por textos líricos breves, escritos en prosa pero con un toque narrativo. Regresó a España, como Embajador de Nicaragua, en 1980. La Tertulia le rindió el consabido homenaje en 1981.
   Rafael Montesinos. Asesor de la Tertulia. Poeta español de Sevilla. Frecuenta con leve asiduidad los corros y corrillos poéticos, literarios y pictóricos. Acaba de publicar su libro de memorias de la niñez Los años irreparables. Es el único no habitual del “Guadalupe”, pero cultiva poéticas amistades hispanoamericanas. Dejó memoria sobre la Tertulia en sus diferentes épocas y momentos.
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Nombramiento de "contertulio de número".





Homenaje de la Tertulia a Pío Baroja en su 80 cumpleaños.
De pie: Rafael Montesinos y Ernesto Mejía Sánchez.
Sentados: Pío Baroja y Antonio Fernández Spencer.
28 de enero de 1952.
Foto Basabe.





Marisa Calvo (actual Directora de la Tertulia) y
Rafael Montesinos en el bar de la ACI
junto a Ricardo. Mayo 1955.
Foto: Basabe.








2.    1952. El comienzo de la Tertulia.

    Eusebio García Luego -escritor de breve obra escrita y amplia oral- nos dejó imagen de la sede de la Asociación Cultural Iberoamericana:
“La memoria se fijará en la casa de Marqués de Riscal, de traza prócer, con aquel elegante estilo de ciertas edificaciones de los años veinte o de principio de siglo. En un barrio señorial, la casa tenía pocos pisos, zaguán ancho, escalera y tramos holgados, balaustrada de madera oscura. La sala donde se celebraban los actos literarios disponía de un estrado a la izquierda de la entrada y, a la derecha, de una especie de anfiteatro pequeño y empinado.” (7) 
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(7) Rafael Montesinos y la Tertulia Literaria Hispanoamericana. En la revista La Estafeta Literaria, Madrid, nº604, enero 1977; págs. 4-7.
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   José Manuel Caballero Bonald, en sus controvertidas y sinceras memorias, recoge cómo era la ACI de Marqués de Riscal:
“Es posible que el clima que se respiraba en aquel caserón destartalado no fuera, sin embargo, de los peores, hasta podría resultar entretenido. Tenía algo de refugio para becarios hispanoamericanos que estudiaban preferentemente letras o derecho y algunos de los cuales, en número más bien indiscreto, decían ser poetas. Había allí un bar, atendido por un animoso y confiado camarero, donde servían un vino tinto no peleón por un precio muy asequible.” (8)
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(8) José Manuel Caballero Bonald: Tiempo de guerras perdidas. Barcelona Editorial Anagrama, 1995, págs 292-293.
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   El “animoso y confiado camarero” era Ricardo, que llevaba el negocio con su hijo. Las fotografías muestran el bar con un aire muy de su época: barra de humilde madera, aparador conteniendo vasos y copas, latas de conserva,  botellas de vino, alguna de vermú y muchas de coñá -licor preferido de un nutrido grupo de poetas españoles y americanos-, banderines universitarios, futboleros o de la “Semana Chilena”  y algunos cartelones de “Bellezas de España”: toros, trajes regionales y fiestas turísticas. La decoración de las paredes se extendía hasta el vestíbulo, con abundante cartelismo de tema hispánico, algo indigenista. Con esta decoración de póster viajero, muy universitaria, se daba la bienvenida a los que iban llegando después de haber subido tres pisos. No había ascensor.
    Ya en el saloncito de actos políticos o literarios, la cosa se ponía protocolaria.  Sobre la pared del fondo y presidiendo la mesa de los oradores, conferenciantes o poetas, se extendía un lienzo representando a la Virgen de Guadalupe, escoltada, a su derecha, por un cuadrito de Fernando el Católico y, a su izquierda, por otro de Isabel, también la Católica. Los asistentes se sentaban en sillas de madera,  plegables y modestas. Por las paredes laterales no trepaban los universitarios cartelones, sino unos marcos con cristal conteniendo los documentos (fotos, tarjetas y otras propagandas) de los actos más relevantes acaecidos en la ACI. Y en este saloncito se celebró la primera sesión de la Tertulia el 16 de noviembre de 1952. Recuerda Eduardo Zepeda-Henríquez aquellos primeros cursos:
   “La Tertulia Literaria Hispanoamericana sólo tenía de tertulia la asiduidad de sus concurrentes. Asistíamos a las lecturas de poemas o de cuentos, con presentador, formando un público de amigos que apenas tenía la oportunidad de saludarse y de cambiar rápidas impresiones antes o después del acto, el cual finalizaba con una copa de vino español. Pero esta tertulia sin coloquio era, en Madrid, la Tertulia por antonomasia.” (9)
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(9) Evocación “tertuliana”. Fragmento del texto inédito entregado por Eduardo Zepeda-Henríquez  para la edición del libro 55 años de la Tertulia Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos.
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      Pero el coloquio pronto vendría. La palabra diálogo ya no estaba mal vista, por los menos hasta febrero de 1956.
   Para Rafael Montesinos: “Madrid era entonces una ciudad acogedora, no dispersa, sin automóviles, sin televisión y con fines de semana interiores. Por eso nació en domingo la Tertulia y en domingo se celebraron sus primeras sesiones.”  (La memoria y el martes, en 55 años de la Tertulia L. H. Rafael Montesinos). Ciertamente, las cinco primeras sesiones se celebraron en domingo; después en sábado y domingo; a veces, algún viernes o jueves. Y en martes, por fin,  cuando la Tertulia llegó al Instituto de Cultura Hispánica en la primavera de 1958. Sin embargo, la cicuta se instaló antes, en junio de 1955, como el otro símbolo de la Tertulia. En los cursos de Spencer y Cote Lamus, la única imagen que preside las tarjetas de invitación es el escudo de la ACI, especie de sello que remedaba el estilo regio-medieval-catellano-leonés, con el nombre de la Asociación Cultural Iberoamericana rodeándolo.
   Estos dos primeros cursos se encuentran bien documentados gracias, sobre todo, a la publicación de la revista La Tertulia, de la que salieron seis números (diciembre 1953-julio 1954). Se incluyeron en la revista las presentaciones de los poetas y escritores que leían su obra y una selección de sus textos. El primer número se abrió con una especie de editorial, de intenciones todas buenas y literarias:
“Un grupo de escritores españoles e hispanoamericanos se han reunido una vez más para dialogar sobre los diversos aspectos de la cultura común y dar a conocer las obras literarias que actualmente se escriben en el ámbito de nuestra lengua. […] De este encuentro cordial y sin rodeos nació la La Tertulia Literaria Hispanoamericana. Convencidos los amigos que la forman de que la literatura de la América hispánica y de España no debe parcelarse, han convenido de modo espontáneo en mostrar sus obras conjuntamente. […] Uno de los propósitos más firmes es el de relacionar a los escritores que comienzan con los ya consagrados. Pensamos que la presencia de los maestros en nuestra tertulia es necesaria para que el diálogo rinda mejores frutos. […] El comentario de un poema o de unas páginas críticas juntan los espíritus en apretada cordialidad, y unas copas de vino dan calor y soltura a la opinión”. (10)
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(10) La Tertulia, nº 1. Madrid, Imprenta de V. Huerta, diciembre 1952, págs. 5-6.
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   Es decir, rasgos característicos de aquella Tertulia y que han hecho posible su vida a lo largo de  60 años. 




Cubierta del primer número
de la revista La Tertulia.




Portada de La Tertulia.




Fundadores de La Tertulia.




Editorial de la revista La Tertulia.









Antonio Fernández Spencer, Jorge Cela, no identificado, Carmina Morón,
José Manuel Caballero Bonald, Pilar Paz Pasamar, Demetrio Castro,
Carlos Salomón, Luis López Anglada  y  Eduardo Cote Lamus.
En sexta sesión, 20-12-1952.
Foto: Basabe.




Marisa Calvo y Rafael Montesinos en 
la tarde que se conocieron en la Tertulia.
21 de febrero de 1952.
Foto: Basabe.