lunes, 10 de diciembre de 2012

Historia de la Tertulia Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos. Capítulo 3.






Historia de la
Tertulia Literaria Hispanoamericana
Rafael Montesinos


 Los dos primeros curso (1952-1954).  Spencer y Cote Lamus.
Poetas españoles de posguerra y Poetas hispanoamericanos.










Tras la primera sesión de La Tertulia
16 de noviembre de 1952









    La Tertulia nació gracias, en gran medida, a la iniciativa de los universitarios hispanoamericanos que residían en Madrid con beca del Instituto de Cultura Hispánica o de la Dirección de Relaciones Culturales. Y también gracias al apoyo del Instituto de Cultura Hispánica. Testigo de todo aquello fue Antonio Lago Carballo, director del Colegio Mayor “Guadalupe” (1948-1952). Pudimos hablar con él, gracias a la inestimable ayuda del que fuera  director de este Colegio Mayor de 1968 a 1998, Emiliano Moreno. Hombre amable, culto y muy bien informado.
   En una interesante entrevista, Antonio Lago Carballo nos ha descrito, en incesante pero pausada conversación, cómo era el ambiente cultural y poético de aquellos años. (11)
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(11) Nos recibe en su casa Antonio Lago Carballo. Refiere que fue colegial del “Guadalupe”  en 1946 y que en septiembre de 1948, con 25 años, era ya director de este Colegio Mayor. Para ilustrar la charla, nos regala un pequeño cuaderno (Homenaje a Antonio Lago Carballo, Santander, Universidad Internacional Menéndez Pelayo, 2003), en el que se recoge su Agradecimiento. Mientras lo hojeamos, nos ofrece un café. Le preguntamos por los fundadores y animadores de los primeros cursos de la Tertulia, guadalupanos casi todos.
De Fernández Spencer nos cuenta que lo conoció en1947. No era un hombre fácil, más bien algo tosco. No era de los colegiales “simpáticos” y populares entre sus compañeros.
Habla también de los Tres Pepes, poetas ellos: José Ángel Valente, José Agustín Goytisolo y José Manuel Caballero Bonald. Para Valente, nos indica que leamos el cuaderno de su Homenaje: “[…] por aquellos años el poeta Valente escribió, y dedicó a Aureliano Méndez, su compañero de habitación, uno de sus más estremecedores poemas; el titulado Patria, cuyo nombre no sé. Los versos finales dicen así: 
                                                           Oh patria y patria
                                                           y  patria en pie
                                                           de vida, en pie
                                                           sobre la mutilada blancura de la nieve,
                                                           ¿quién tiene tu verdad?”
 
  Habla con emoción de Rafael Gutiérrez Girardot, largo tiempo residente en Alemania y cuya biblioteca sufrió las aguas de una crecida del Rin. Actualmente, los libros salvados han sido adquiridos por Pancho Pérez González, que tiene habilitada una casona en Barcenilla (Santander), y su espacio colindante, para albergar sobre todo una biblioteca relativa a Hispanoamérica.
   Le preguntamos sobre lo que escribe en sus memorias (Tiempo de guerras perdidas) Caballero Bonald: “Este Lago Carballo era persona muy receptiva y ocurrente, de trato agradable y, no sé a través de que providenciales gestiones, me proporcionó una especie de media beca para poder comer en el Guadalupe hasta que acabase el curso”. Nosotros hemos consultado la lista de colegiales adscritos y residentes en el “Guadalupe”, pero no aparece inscrito Caballero Bonald. Don Antonio sonríe y aclara: “No es exactamente así. Yo le dije: Pepe, si tienes problemas, pásate a comer o a cenar por el Colegio, porque donde comen cien y pico bien cabe  uno más. Aquí hay comida para todos. Pero no hubo nada de media beca. Eran tiempos difíciles, y yo lo hice con otros estudiantes, escritores o poetas”.  Vuelve a sonreír: “De todas formas, soy uno de los pocos de los que habla bien Pepe en sus memorias”.
   También nos cuenta su amistosa relación con los poetas José María Valverde, Dionisio Ridruejo, Leopoldo Panero, Luis Felipe Vivanco y Luis Rosales. Consulta en su biblioteca y nos muestra libros de poesía dedicados, entonces,  por aquellos poetas. Tiene un especial recuerdo para Leopoldo Panero. Nos enseña la dedicatoria de Escrito a cada instante (“Para Antonio Lago, con muchas esperanzas comunes y la misma raíz / Leopoldo Panero / Madrid 25 de junio de 1959”) y la del Canto Personal (“A Antonio Lago, con un apretado abrazo de Leopoldo  /  11 de junio de 1953”). Abre otro libro de Panero y leemos un poema dedicado a la amistad de entonces:
                                   Translúcida al hablar, tu voz nos mira;
                                   nos registra las almas, y nos junta
                                   como el soplo a las cuerdas de la lira.

                                   Mi corazón, su vuelo se pregunta.
                                   Joaquín oye desnudo su latido.
                                   Dámaso en esperanza se barrunta.

                                   Dionisio está despierto y sometido.
                                   Alfredo es hoy más niño de repente.
                                   José Luis da frescura a lo leído.

                                   Primitivo es del todo transparente.
                                   Luis Felipe navega su cabeza,
                                   y Lago obliga a Luis a que se siente.
                                   […]
                                  
   Larga charla, más que entrevista. Quedamos en vernos otro día. Al despedirse, nos dice que la próxima vez nos invitará a comer en su casa, que él preparará la comida. De pronto, no sé por qué, me viene al pensamiento el asunto de la media beca de Caballero Bonald.
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    De colegiales y excolegiales  del “Guadalupe” partió la idea -ya que había presupuesto en la ACI- de fundar una tertulia y compartir poesía y prosa con los escritores españoles residentes en Madrid. Guadalupanos que intervinieron activamente en los dos primeros cursos de la Tertulia fueron Antonio Fernández Spencer, Ernesto Mejía Sánchez, Ángel Valbuena Briones, José Ángel Valente, Eduardo Zepeda-Henríquez. Edmundo Meouchi, Eduardo Cote Lamus, Rafael Gutiérrez Girardot y Hernando Valencia Goelkel. Los tres últimos, escritores colombianos, consiguieron en 1950 una beca  para estudiar en España, gracias a la mediación del escritor Julián Ayesta, con destino en la Embajada Española en Bogotá y que leería en las primeras sesiones de la Tertulia.
   Si en el primer curso (1952-1953) fue el poeta dominicano Antonio Fernández Spencer el presidente de la Tertulia, en el segundo (1953-1954) el cargo lo detentó el poeta colombiano Eduardo Cote Lamus. Se programaron más poetas que narradores, dramaturgos o ensayistas, “licencia lírica” comprensible, ya que la Tertulia había sido fundada por cuatro poetas y Ángel Valbuena Briones, joven estudioso de la literatura hispánica.








A la izquierda, Antonio Fernández Spencer departiendo




Eduardo Cote Lamus de pie




Carmen Conde presentando a Dulce Mª Loynaz










Erenesto Mejía Sánchez










Antonio Fernández Spencer







Presentación de José Ángel Valente



Eduardo Cote Lamus



Carmen Conde  y  Dulce Mª Loynaz











    En estos dos primeros cursos, leyeron sus libros inéditos los poetas españoles Rafael Morales (Canción sobre el asfalto, por el que obtendría el Premio Nacional 1954), Leopoldo de Luis (Después de la culpa), Luis López Anglada (Dorada canción). También mostraron su poesía inédita, y a veces publicada, Ramón de Garciasol, Carlos Salomón, Rafael Montesinos, Blas de Otero, José Luis Prado Nogueira, Marcelo Arroita-Jáuregui, José Hierro, José García Nieto, Carlos Bousoño, José Gerardo Manrique de Lara, Demetrio Castro Villacañas, Ángela Figuera Aymerich, Rafael Millán, Manuel Alonso Alcalde, José Javier Aleixandre,… y ese poeta sin generación, Rafael Lasso de la Vega, además de la rotunda Carmen Conde, que presentó a Dulce María Loynaz.   Todo ello quedó reflejado en la publicación de algunos de sus poemas en los seis números que aparecieron, entre 1952 y 1954, de la revista La Tertulia.

   También dieron fe de su verso los entonces jóvenes poetas andaluces Manuel Alcántara, José Manuel Caballero Bonald y Pilar Paz Pasamar; los del grupo de Barcelona, Jaime Ferrán, Alfonso Costafreda y Alberto Oliart, y Ángel González Muñiz, al que con los años se le cayó el segundo apellido y del que en la tarjeta de invitación se subrayaba: “Nació en Oviedo en 1925. Poeta absolutamente inédito. Tiene en prensa un libro titulado Esto no es nada.” Además,  José Ángel Valente presentó a Eduardo Cote Lamus. 




Rafael Montesinos  y  Rafael Morales







Rafael  Morales




A la izquierda, Ramón de Garciasol. A la derecha, Leopoldo de Luis








Leopoldo de Luis











Ramón de Garciasol






Leyendo, José Javier Aleixandre.
A su izquierda, Spencer, Luis López Anglada y Rafael Montesinos



Luis López  Anglada




José Javier Aleixandre








Rafael Montesinos, Carlos Bousoño, Spencer  y  Carlos Salomón












Carlos Salomón







Carlos  Bousoño






José García Nieto, E. Cote Lamus  y  Rafel Montesinos



José García Nieto







Pepe Hierro haciendo el pino.
Sentando, a la izquierda, Pepe Caballero Bonald contempla la escena




Dorso de la fotografía anterior












Jsé  Hierro






Rafael Morales, Blas de Otero, Spencer  y  Rafael Montesinos




























Blas  de  Otero






Rafael  Montesinos leyendo








Rafael  Montesinos








Rafael Montesinos  y  Pilaz Paz Pasamar








Pilar  Paz  Pasamar









José Caballero Bonald, quinto por la izquierda.












José Caballero  Bonald






Rafael Montesinos y Marisa Calvo, junto a una amiga
de esta y a Rafael  Gutiérrez Girardot













Cubierta de la revista "La Tertulia". Nº 1




Cubierta de la revista "La Tertulia". Nº 2






Cubierta de la revista "La Tertulia". Nº 3






Cubierta de la revista  "La Tertulia". Nº 4, 5 y 6






   Todos los documentos que aparecen en este artículo, anteriores y siguientes pertenecen al Archivo de Rafael Montesinos. Las fotografías fueron realizadas por Basabe. Los textos de las prosas y versos han sido escaneados de los seis números de la revista “La Tertulia”.