Historia de la
Tertulia Literaria
Hispanoamericana
Rafael Montesinos
Este curso 2012-2013 se conmemoran los 60
años del nacimiento de la Tertulia
Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos y que mejor manera de
celebrarlo que, a través de este blog, poner a disposición de los poetas y de
todos los estudiosos de las letras hispánicas su dilatada historia.
A lo largo de numerosas entradas, iremos
contando la historia de la Tertulia,
considerada por muchos como la tertulia poética y literaria más antigua de
España y del mundo, con programación continuada y sin interrupción desde hace
60 años.
Los textos, imágenes y diversos documentos
que irán apareciendo son una edición corregida y aumentada del libro 55 años de la Tertulia Literaria Hispanoamericana
Rafael Montesinos, publicado el 2007.
Tanto los textos como los diversos
documentos e imágenes pertenecen a la familia del poeta Rafael Montesinos; es
decir, son propiedad del Archivo de
Rafael Montesinos.
1. Origen y
nacimiento de la
Tertulia Literaria Hispanoamericana
En 1952 los
españoles de entonces tenían fundadas esperanzas de que pronto finalizaría el
aislamiento internacional. En 1953, se firma el acuerdo bilateral con los EE. UU o Pacto de Madrid, y el
Gobierno patrio de entonces lo agradece haciendo cesión de cuatro bases
militares en el territorio nacional. El mismo año, también se firma el Concordato
con La Santa Sede. Por fin, estábamos a bien con Dios y con el César del dólar.
Comenzó a
entrar en España dinero nuevo -sin el mal olor de la manoseada, de la sudada
moneda de posguerra- y gente extranjera, como turistas y residentes de cierto
poder adquisitivo.
Sin embargo,
años antes España se encontraba pobre y aislada. En febrero 1946, la Asamblea
General de las Naciones Unidas condena “al régimen fascista de España” y
resuelve romper con éste las relaciones diplomáticas. Francia nos cierra su
frontera y comienzan a clausurarse en España las sedes diplomáticas de los
países más influyentes.
El Consejo de la
Hispanidad, creado en noviembre de 1940, no había logrado el objetivo de
entablar relaciones políticas y económicas con Iberoamérica, debido en parte a
su política partidaria del Eje en la Segunda Guerra Mundial y a la entrada en
el conflicto de los EE. UU. Hacia 1942, la política oficial del Gobierno
español oscilaba entre la neutralidad y la cooperación con los aliados.
En 1945, con la
derrota de las potencias del Eje, cualquier orientación falangista estaba bien
para la propaganda y los fastos internos, pero estorbaba en las relaciones
internacionales. Se reorganizó, por tanto, el Ministerio de Asuntos Exteriores
por ley del 31 de diciembre de 1945. Entre otras disposiciones, se incluyó
convertir el Consejo de la Hispanidad -nombre gastado y que olía a fascismo,
nacionasocialismo- en el Instituto de Cultura Hispánica. Lo de “Cultura” le
restaba carácter imperialista al asunto. Se habla de estrechar lazos, de
acercar culturas, de nuestra amada América,
incluso la palabra “diálogo” se decía y escribía con cierta naturalidad.
Había llegado el momento del poder para los civilizados católicos.
En el Congreso de
Pax Romana de septiembre de 1939,
celebrado en Washington, Joaquín Ruiz-Giménez (1) fue elegido Presidente Internacional de la
organización. Entre junio y julio de 1946, se celebrará en Salamanca y El
Escorial el XIX
Congreso Mundial de Pax Romana, organización católica de estudiantes
universitarios. El Congreso resultó un éxito para el Régimen y para las opciones políticas de Ruiz-Giménez. Asistieron a
esta “magna reunión de universitarios católicos” casi trescientos congresistas
extranjeros, procedentes de todos los países católicos, con la excepción de
Francia. Los congresistas más numerosos, ciento veintinueve, procedían de las
repúblicas hispanoamericanas. Allí se estaba conseguido uno de los objetivos
prioritarios: afianzar las relaciones económico-culturales con algunos países
de Hispanoamérica.
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(1)
Joaquín
Ruiz-Giménez fue, entre 1946 y 1948, el primer director del Instituto de
Cultura Hispánica y, entre 1948 y 1951, Embajador ante la Santa Sede, en donde
negoció el Concordato. En 1951, fue nombrado Ministro de Educación Nacional,
cargo desde el que inició la reforma de las instituciones docentes. Sin
embargo, las protestas estudiantiles de febrero de 1956 le enfrentaron con los
sectores políticos más inmovilistas, que consideraban su espíritu reformista
serio peligro para el devenir de la Patria. Inmediatamente, es destituido.
Desde ese momento, Ruiz-Giménez irá aproximando sus planteamientos políticos a
los de la oposición al Régimen.
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En este
ambiente, los organizadores españoles y los congresistas nicaragüenses Pablo
Antonio Cuadra y Julio Ycaza Tiberino firman, el 4 de julio de 1946, el acta de
fundación del Instituto Cultural Iberoamericano. Julio Ycaza se encargaría de
la coordinación de la sede central con la rama española, denominada Asociación
Cultural Iberoamericana. A los pocos meses, el proyecto será asumido por el
Estado español, que crea, por Ley de Gobierno, el Instituto de Cultura
Hispánica (ICH), corporación de interés público con personalidad jurídica
propia, cuyo objetivo fundamental era fomentar las relaciones entre España y
los países hispanoamericanos, aunque conviene recordar que, a finales del 45,
ya se había dispuesto la creación del ICH. (2)
……………………………………..
(2)
Para
“empaparse” del ambiente de la posguerra española, resulta interesante el libro
de Rafael Abella: La vida cotidiana en
España bajo el Régimen de Franco ( Barcelona, Argos Vergara, 1985). Para
comprender el nacimiento y desarrollo del Instituto de Cultura Hispánica
conviene consultar el trabajo de investigación de María A. Escudero: El Instituto de Cultura Hispánica (Madrid, Editorial Mafre, 1994). Sin embargo,
María A. Escudero emplea un tanto indiscriminadamente los términos Latinoamérica y América Latina que, aunque son políticamente correctos y muy
actuales, no parecen apropiados desde una perspectiva histórica y cultural,
supuestamente objetiva.
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La Asociación
Cultural Iberoamericana, la ACI, se
incorporó al nuevo Instituto, el cual subvencionaría gran parte de sus
actividades culturales y artísticas. Y en el seno de la ACI de Madrid, nació a
finales de 1953 la Tertulia Literaria Hispanoamericana.
Finalizando
1946, la Asamblea de las Naciones Unidas había recomendado a sus países
integrantes que retiraran a los embajadores y ministros plenipotenciarios de
Madrid, recomendación que siguieron entonces la mayoría de las naciones que integraban
la O. N. U.
Sin embargo, a principios
de los 50, con la llegada de la ayuda financiera americana, España empezó a salir del aislamiento y, en cierta
manera, del hambre. Conviene no olvidar como en los colegios se repartían queso
y leche en polvo con el emblema de la ayuda: dos manos que se estrechaba sobre
el fondo de la bandera de EE. UU. El gremio de los lecheros españoles emitió
una queja que llegaría hasta el Consejo de Ministros. Hasta mayo de 1952,
estuvo vigente la cartilla de racionamiento y, en consecuencia, el gran negocio
del estraperlo. Y si en 1950 tuvimos poco más de medio millón de visitantes
extranjeros, en 1953 se alcanzaron 1.700.000 presencias foráneas.
Con
esto de las hispánicas relaciones internacionales, empiezan a residir en Madrid
pintores, escritores y poetas del Nuevo Mundo. No debe olvidarse que entre
octubre de 1951 y febrero de 1952 se celebra en Madrid la I Bienal
Hispanoamericana de Arte, cuyo Secretario
Perpetuo era el poeta Leopoldo
Panero. Esta hispánica americanización trae a la cultura española nuevas ideas, nuevas imágenes, nuevos y viejos versos.
Una variopinta
colonia universitaria americana -y española- comenzó a congregarse en el
Colegio Mayor Hispanoamericano “Nuestra Señora de Guadalupe”, afincado, entre
1947 y 1954, en la calle de Donoso Cortés 65. Dicha colonia solía congregarse
también en la Asociación Cultural Iberoamericana de Madrid, situada en la calle
de Marqués de Riscal 3, tercer piso. La ACI desarrollaba actividades
culturales, como exposiciones de pintura, conferencias enjundiosas sobre
aspectos diversos de la Hispanidad,
mesas redondas sobre los problemas del universitario católico, lecturas
literarias o teatro leído, más que representado. Además, La ACI tenía un
excelente bar.
Pero el viejo y
descuidado caserón de Marqués de Riscal hacía ya tiempo que no acogía la sede
del Instituto de Cultura Hispánica, trasladada hacía unos años a la Ciudad
Universitaria. Dato que se le despistó al poeta Rafael Montesinos, que había
quedado con un amigo, Rafael de la Vega,
en tan alto organismo.
La tarde de
aquel domingo 9 de noviembre de 1952 era “fría y desapacible”, según cuenta
Rafael en un texto de 1977 (3).
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(3)
Rafael
Montesinos: Veinticinco años de la
Tertulia Literaria Hispanoamericana. Texto de la disertación pronunciada en
Asunción (Paraguay) el 11 de agosto de 1977, con motivo de la fundación de la
Tertulia en esta ciudad. (Archivo de Rafael Montesinos /
Tertulia).
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Rafael Montesinos en la Tertulia
Enero, 1953.
Foto Basabe.
De pronto, al
abrir una puerta, Rafael Montesinos se encontró inmerso en un proyecto
literario del que no tenía ni idea. Allí estaba, tonante y castrense, Antonio Fernández Spencer (4), presidente de
aquello que estaba naciendo: “Poeta Montesinos, acabamos de fundar la Tertulia
Literaria Hispanoamericana (se notaba que ya las pronunciaba con su altas
mayúsculas iniciales) y quiero que usted colabore con nosotros. Los
nombramientos están hechos. Le ofrezco el de asesor.” (5)
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(4) Antonio Fernández Spencer.
Presidente de la Tertulia. Poeta dominicano. Vino a España a desarrollar
estudios de Literatura y Poética. Becario del Instituto de Cultura Hispánica.
Colegial del “Guadalupe”. Se le concede el Premio “Adonais” 1952 por Bajo la luz del día, siendo el primer
hispanoamericano en obtenerlo. Se fue de España en el verano de 1953. Cuando
regresó en 1980, la Tertulia le rindió el homenaje de rigor.
(5) Rafael Montesinos: Veinticinco
años de la Tertulia Literaria Hispanoamericana, cit. en nota (3)
……………………………………..
Antonio Fernández Spencer y Rafael Montesinos.
Mayo, 1953.
Foto: Basabe.
Para dar fe de
lo dicho por Spencer, se extendieron unos títulos otorgados por La Asociación
Cultural Iberoamericana y la Tertulia, en los que, con tipografía y caligrafía
modernistas, se certificaba: “En uso de las facultades que nos están concedidas
por esta Asociación, y en atención a los méritos literarios que en él
concurren, venimos en nombrar a D… de nacionalidad … contertulio de número.”
Qué cosa más literaria los títulos literarios, sobre todo si tienen el carácter
fundacional de aquellos colonizadores poéticos, en su nave de la Tertulia
Literaria Hispanoamericana: Antonio Fernández Spencer, Ángel Valbuena Briones,
José Manuel Caballero Bonald, Ernesto Mejía Sánchez y Rafael Montesinos. (6)
……………………………………..
(6) Ángel Valbuena Briones.
Secretario de la Tertulia. Incipiente historiador y crítico literario español.
En 1950 licenciado en Filosofía; estudios de Doctorado. Colegial del
“Guadalupe”. Preparaba la tesis sobre “la poesía portorriqueña”.
Posteriormente, realizó estudios sobre Calderón, el teatro español del Siglo de
Oro y la literatura hispanoamericana. Intervino únicamente en el primer curso.
José
Manuel Caballero Bonald. Asesor
de la Tertulia. Poeta y narrador español de Jerez de la Frontera. Entre 1951 y
1952, trabajó como “encargado de las relaciones personales con los
expositores” (y otros menesteres) en la
I Bienal Hispanoamericana de Arte. Frecuentó el comedor del “Guadalupe”. Dejó
memoria, en Tiempo de guerras perdidas
(1995), sobre el ambiente de la ACI
durante los primeros cursos de la Tertulia, en los que intervino. Volvió a
intervenir en la Tertulia, con cierta asiduidad, a partir de 1981. Es el único
de los fundadores que permanece con vida.
Ernesto
Mejía Sánchez Editor de
la Tertulia. Poeta, ensayista y crítico literario nicaragüense. Residió en
España entre 1951 a
1954, siendo becario del Instituto de Cultura Hispánica. También habitante del
“Guadalupe”. Fue el responsable, sin saberlo, de elegir la cicuta como
ilustración de cubierta de la revista La
Tertulia. Curioso despiste, como el de Montesinos. La cicuta es el símbolo
de la Tertulia. Estudioso de la obra de
Rubén Darío, entre otros poetas americanos. Creador de un curioso género, “el
prosema”, constituido por textos líricos breves, escritos en prosa pero con un
toque narrativo. Regresó a España, como Embajador de Nicaragua, en 1980. La
Tertulia le rindió el consabido homenaje en 1981.
Rafael
Montesinos. Asesor de la Tertulia. Poeta
español de Sevilla. Frecuenta con leve asiduidad los corros y corrillos
poéticos, literarios y pictóricos. Acaba de publicar su libro de memorias de la
niñez Los años irreparables. Es el
único no habitual del “Guadalupe”, pero cultiva poéticas amistades
hispanoamericanas. Dejó memoria sobre la Tertulia en sus diferentes épocas y momentos.
……………………………………..
Nombramiento de "contertulio de número".
Homenaje de la Tertulia a Pío Baroja en su 80 cumpleaños.
De pie: Rafael Montesinos y Ernesto Mejía Sánchez.
Sentados: Pío Baroja y Antonio Fernández Spencer.
28 de enero de 1952.
Foto Basabe.
Marisa Calvo (actual Directora de la Tertulia) y
Rafael Montesinos en el bar de la ACI
junto a Ricardo. Mayo 1955.
Foto: Basabe.
2. 1952. El
comienzo de la Tertulia.
Eusebio García
Luego -escritor de breve obra escrita y amplia oral- nos dejó imagen de la sede
de la Asociación Cultural Iberoamericana:
“La memoria se fijará en la casa de Marqués de Riscal, de traza prócer, con
aquel elegante estilo de ciertas edificaciones de los años veinte o de
principio de siglo. En un barrio señorial, la casa tenía pocos pisos, zaguán
ancho, escalera y tramos holgados, balaustrada de madera oscura. La sala donde
se celebraban los actos literarios disponía de un estrado a la izquierda de la
entrada y, a la derecha, de una especie de anfiteatro pequeño y empinado.”
(7)
……………………………………..
(7) Rafael
Montesinos y la Tertulia Literaria Hispanoamericana. En la revista La Estafeta Literaria, Madrid, nº604,
enero 1977; págs. 4-7.
…………………………………………..
José Manuel
Caballero Bonald, en sus controvertidas y sinceras memorias, recoge cómo era la
ACI de Marqués de Riscal:
“Es posible que el clima que se respiraba en aquel caserón destartalado no
fuera, sin embargo, de los peores, hasta podría resultar entretenido. Tenía
algo de refugio para becarios hispanoamericanos que estudiaban preferentemente
letras o derecho y algunos de los cuales, en número más bien indiscreto, decían
ser poetas. Había allí un bar, atendido por un animoso y confiado camarero,
donde servían un vino tinto no peleón por un precio muy asequible.” (8)
………………………………………..
(8) José Manuel Caballero Bonald: Tiempo de guerras perdidas. Barcelona
Editorial Anagrama, 1995, págs 292-293.
……………………………………..
El “animoso y
confiado camarero” era Ricardo, que llevaba el negocio con su hijo. Las
fotografías muestran el bar con un aire muy de su época: barra de humilde
madera, aparador conteniendo vasos y copas, latas de conserva, botellas de vino, alguna de vermú y muchas de
coñá -licor preferido de un nutrido grupo de poetas españoles y americanos-,
banderines universitarios, futboleros o de la “Semana Chilena” y algunos cartelones de “Bellezas de España”:
toros, trajes regionales y fiestas turísticas. La decoración de las paredes se
extendía hasta el vestíbulo, con abundante cartelismo de tema hispánico, algo
indigenista. Con esta decoración de póster viajero, muy universitaria, se daba
la bienvenida a los que iban llegando después de haber subido tres pisos. No
había ascensor.
Ya en el
saloncito de actos políticos o literarios, la cosa se ponía protocolaria. Sobre la pared del fondo y presidiendo la
mesa de los oradores, conferenciantes o poetas, se extendía un lienzo
representando a la Virgen de Guadalupe, escoltada, a su derecha, por un
cuadrito de Fernando el Católico y, a su izquierda, por otro de Isabel, también
la Católica. Los asistentes se sentaban en sillas de madera, plegables y modestas. Por las paredes
laterales no trepaban los universitarios cartelones, sino unos marcos con
cristal conteniendo los documentos (fotos, tarjetas y otras propagandas) de los
actos más relevantes acaecidos en la ACI. Y en este saloncito se celebró la
primera sesión de la Tertulia el 16 de noviembre de 1952. Recuerda Eduardo
Zepeda-Henríquez aquellos primeros cursos:
“La Tertulia Literaria Hispanoamericana sólo
tenía de tertulia la asiduidad de sus
concurrentes. Asistíamos a las lecturas de poemas o de cuentos, con
presentador, formando un público de amigos que apenas tenía la oportunidad de
saludarse y de cambiar rápidas impresiones antes o después del acto, el cual
finalizaba con una copa de vino español. Pero esta tertulia sin coloquio era,
en Madrid, la Tertulia por
antonomasia.” (9)
……………………………………..
(9) Evocación
“tertuliana”.
Fragmento del texto inédito entregado por Eduardo Zepeda-Henríquez para la edición del libro 55 años de la Tertulia Literaria Hispanoamericana Rafael Montesinos.
…………………………………….
Pero el coloquio pronto vendría. La palabra diálogo ya no estaba mal vista, por los
menos hasta febrero de 1956.
Para Rafael
Montesinos: “Madrid era entonces una ciudad acogedora, no dispersa, sin
automóviles, sin televisión y con fines de semana interiores. Por eso nació en
domingo la Tertulia y en domingo se celebraron sus primeras sesiones.” (La
memoria y el martes, en 55 años de la
Tertulia L. H. Rafael Montesinos). Ciertamente, las cinco primeras sesiones
se celebraron en domingo; después en sábado y domingo; a veces, algún viernes o
jueves. Y en martes, por fin, cuando la
Tertulia llegó al Instituto de Cultura Hispánica en la primavera de 1958. Sin
embargo, la cicuta se instaló antes, en junio de 1955, como el otro símbolo de
la Tertulia. En los cursos de Spencer y Cote Lamus, la única imagen que preside
las tarjetas de invitación es el escudo de la ACI, especie de sello que
remedaba el estilo regio-medieval-catellano-leonés, con el nombre de la
Asociación Cultural Iberoamericana rodeándolo.
Estos dos
primeros cursos se encuentran bien documentados gracias, sobre todo, a la
publicación de la revista La Tertulia,
de la que salieron seis números (diciembre 1953-julio 1954). Se incluyeron en
la revista las presentaciones de los poetas y escritores que leían su obra y
una selección de sus textos. El primer número se abrió con una especie de
editorial, de intenciones todas buenas y literarias:
“Un
grupo de escritores españoles e hispanoamericanos se han reunido una vez más
para dialogar sobre los diversos aspectos de la cultura común y dar a conocer
las obras literarias que actualmente se escriben en el ámbito de nuestra
lengua. […] De este encuentro cordial y sin rodeos nació la La Tertulia Literaria Hispanoamericana.
Convencidos los amigos que la forman de que la literatura de la América hispánica
y de España no debe parcelarse, han convenido de modo espontáneo en mostrar sus
obras conjuntamente. […] Uno de los propósitos más firmes es el de relacionar a
los escritores que comienzan con los ya consagrados. Pensamos que la presencia
de los maestros en nuestra tertulia es necesaria para que el diálogo rinda
mejores frutos. […] El comentario de un poema o de unas páginas críticas juntan
los espíritus en apretada cordialidad, y unas copas de vino dan calor y soltura
a la opinión”. (10)
……………………………………..
(10) La Tertulia, nº 1. Madrid, Imprenta de
V. Huerta, diciembre 1952, págs. 5-6.
……………………………………..
Es decir, rasgos
característicos de aquella Tertulia y que han hecho posible su vida a lo largo
de 60 años.
Cubierta del primer número
de la revista La Tertulia.
Portada de La Tertulia.
Fundadores de La Tertulia.
Editorial de la revista La Tertulia.
Antonio Fernández Spencer, Jorge Cela, no identificado, Carmina Morón,
José Manuel Caballero Bonald, Pilar Paz Pasamar, Demetrio Castro,
Carlos Salomón, Luis López Anglada y Eduardo Cote Lamus.
En sexta sesión, 20-12-1952.
Foto: Basabe.
Marisa Calvo y Rafael Montesinos en
la tarde que se conocieron en la Tertulia.
21 de febrero de 1952.
Foto: Basabe.
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